Mientras el Luisa navega hacia el norte piensas en los restos encontrados. Tienes la esperanza de que no sean los del bote de Paula, y te tranquilizas diciéndote que pueden ser otras muchas cosas: basura, viejos trozos de madera, restos de otro naufragio... Habéis navegado unas pocas millas cuando te percatas de la presencia de un elegante yate que se mantiene totalmente inmóvil en medio del mar.
-Hay algo extraño en aquel barco -le dices a Toni-. No se ven luces, ni gente en la cubierta.
-Y, fíjate -añade Silvia-: no tiene nombre ni ningún número. ¿No se supone que todos los barcos deben llevar algún tipo de identificación, como una especie de matrícula?
Toni asiente.
-Quzá tengan algún problema. Echémosle una mirada más de cerca -sugieres.
Toni sitúa el Luisa al lado del yate.
-¿Hola? ¿Hola? ¿Va todo bien? -gritas.
No hay respuesta. Te estremeces al recordar historias de busques fantasma.
-Subamos a bordo -opina Silvia.
-¿Estás bromeando? -interviene Toni-. Ese barco puede ser un señuelo de los piratas. En cuanto pongamos el pie en él, podrías capturarnos y robar el Luisa.
Silvia y tú cruzáis una mirada de complicidad: estáis muy acostumbrados a la prudencia de Toni.
-Toni, podría haber alguien a bordoque necesite nuestra ayuda -insiste Silvia.
-Asegurémosnos sólo de que no haya nadie con problemas en el yate -propones-. Sólo nos llevará un momento, y después podemos dirigirnos hacia los restos.
-Podís subir a bordo si queréis, pero yo me quedo aquí -afirma Toni-. ¡Y tened cuidado!
Silvia y tú saltáis al yate. Es, y con mucho, el barco más grande en el que jamás hayáis puesto los pies.
-Yo miraré en la cabina, tú comprueba bajo la cubierta -le dices a Silvia.
-Bien, nos volveremos a encontrar aquí mismo -responde.
Con cuidado, sin hacer ruido, entras en la cabina del yate. No hay nadie, pero está llena de comida. Incluso encuentras platos de papel sucios en la basura.
Entras de puntillas en un camarote y lo hallas en completo desorden: vestidos, toallas, revistas... Ves una cartera tirada bajo un paquete de tabaco y piensas que quizá te proporcione alguna pista. Cuando te inclinas para recoger la cartera, oyes los gritos de Silvia bajo la cubierta. Sientes un escalofrío y te quedas desconcertado, sin saber qué hacer.
¿Debes intentar ir en ayuda de Silvia o volver al Luisa para llamar al guardacostas?
Decides ir en ayuda de Silvia Piensas que es mejor volver al Luisa